Este fin de semana en las jornadas de novela histórica de Benetússer me preguntaron qué lecciones podemos extraer de la vida en el siglo XVI.
Participé en el encuentro como autora de El naranjal y la garza, novela protagonizada por Juana de Castilla, y a ella me remití a la hora de responder.
Del siglo XVI destaco la importancia del apellido y de la palabra.
En la época de Juana, los tratos políticos, sociales y comerciales se cerraban dando la palabra.
Sí, existían contratos, pero en caso de incumplirse quedaba maltrecha la reputación de toda la familia. La palabra era el aval.
No solo eso: el apellido, el linaje y la dinastía determinaba la identidad. La singularidad de Juana es que lleva una dinastía -Trastámara- a Flandes y trae otra -Habsburgo- a Castilla.
Estamos frente a una especie de marca personal que se expresa en función de los ancestros de cada quien. La identidad, expresada a través del apellido y de la palabra dada, era la base de las interacciones.
El apellido como representación de la identidad era fundamental en el siglo XVI y lo será ahora.
La primera decisión de negocio que toma el inversor Elon Musk cuando adquiere Twitter es lanzar Twitter Blue y cobrar por certificar la identidad de una cuenta. Ha comprendido que hoy, cuando podemos crear nuevas personalidades en nuevos entornos como el metaverso, podemos suplantar identidades con Deep fakes, el valor añadido es la verificación de dicha identidad.
Es decir, nos cobra por verificar la marca.
La misma situación se dará con la IA aplicada a la escritura: si el algoritmo puede escribir cualquier clase de texto, lo interesante será ver quién lo firma.
La marca personal se presenta como una marca que definirá a una persona en su identidad pública y estará en la base de las interacciones sociales.
Esta es la conexión que veo entre el siglo XVI y el siglo XXI, entre Juana de Castilla y Elon Musk.
Estas reflexiones son work in progress y colaborativas. Gracias por compartir tu opinión en los comentarios.
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