Escritura

Leer para escribir

A escribir se aprende leyendo.

La pregunta es qué. ¿Qué hay que leer para escribir mejor?

Jennifer Egan recomendaba: “Lee a la altura a la que quieres escribir”.

Por eso me parece interesante leer libros en los que otros escritores reflexionan sobre su experiencia. Tengo un estante lleno y siempre he sentido que las autores y autores que viven allí dialogan conmigo respecto de las cuestiones fundamentales y fundacionales del oficio de escribir. Yo misma he esbozado mi propia vivencia en el Curso de escritura para mujeres muy ocupadas.

Y ahora estoy feliz porque esta querencia mía se transforma en un nuevo curso, en colaboración con la Librería Laie. En octubre y noviembre, en Barcelona, vamos a leer para escribir en el curso Llegir per escriure.

Concretamente me he centrado en las obras de cinco escritores de Estados Unidos, porque es allí donde este género florece en su versión contemporánea. La idea es conversar sobre la vida de quien escribe y sobre la pulsión por explicar nuevas historias.

Comenzaremos por Julia Cameron (El camino del artista), quien desde hace años promueve la escritura como fuente de creatividad para todo el mundo. Contrastaremos las reflexiones sobre el oficio de dos autores veteranos, Stephen King (Mientras escribo) y Annie Dillard, y uno nuevo, Brandon Sanderson (Curso de escritura creativa).  Terminaremos con Ray Bradbury (Zen en el arte de escribir), antes de que los libros ardan.

Puedes matricularte en este enlace.

¿Lees o has leído libros sobre escribir? ¿Cuál es tu opinión? Gracias por compartirla a pie de nota o respondiendo a este correo.

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El retorno de los manuales de estilo

Un manual de estilo es un documento que define las pautas que las personas vinculadas a una organización aplicarán a la hora de escribir, de forma que el estilo y tono de los textos sea consistente y coherente con independencia de quien escriba.

Hace unos años los manuales de estilo tuvieron su momento. Yo misma creé algunos. Actualmente comienzan a vivir una segunda juventud y pronostico que serán cada vez más necesarios. Estoy terminando un manual que me encanta para una institución que me encanta todavía más y estoy segura de que no será el último proyecto de este tipo. ¿Por qué?

Contar hoy con un manual de estilo es importante por estas tres razones.

Una. La información escrita es clave para facilitar la comprensión y contribuye a la productividad: los textos que no se entienden requieren más tiempo de lectura. El manual resuelve las dudas más frecuentes a la hora de escribir, facilita la redacción y contribuye a que los textos se comprendan.

Dos. El lenguaje forma parte de la identidad de una marca, ya sea corporativa, institucional o personal. Al cohesionar el modo como escribimos, reforzamos la imagen de la marca e incrementamos su reconocimiento y notoriedad.

Tres. El tercer motivo se llama ChatGPT.  Si vamos a emplear cotidianamente las herramientas de escritura asistida por IA, es fundamental definir una nomenclatura y un listado de expresiones y restricciones. Con ellas alimentamos al algoritmo, de forma que genere los textos correctamente. Disponer de este manual nos asegura que  en una empresa o institución todo el mundo alimenta el algoritmo de la misma manera.

¿Cuál es tu experiencia con los manuales de estilo? ¿Trabajas con uno? ¿Te gustaría saber más sobre el tema? Gracias por compartir tu experiencia en los comentarios.

Gracias a El Imparcial por esta reseña sorpresa de El naranjal y la garza.

Estaré firmando en la Feria del Libro de Madrid el domingo 28 de 12 a 14h en la caseta n. 164.  Amigas y amigos de Madrid: ¡os espero!

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¿Qué libro estás leyendo?

Los libros nos presentan a las personas. Por eso me gusta preguntar periódicamente a las que me leen cuáles son sus lecturas: así me formo una idea más clara y puedo afinar la conversación.

Te animo a que compartas los libros que estás leyendo en los comentarios.

En cuanto a mí, ahora mismo estoy simultaneando unos cuantos títulos:

Judíos errantes, de Joseph Roth. Me lo recomendó una editora a quien respeto mucho como fuente documental para mi próxima novela.

Zen in the Art of Writing, de Ray Bradbury. Este Ray es el que vaticinó la quema de libros en Farenheit 451. El suyo es una inyección de energía a la hora de escribir. Sobre él volveré el mes de octubre (más info pronto).

Memòria vintage, de Vicenç Pagès. Este abecedario de vocablos propios de los babyboomers te pone una sonrisa nostálgica en los labios.  Me lo recomendó la librera M.Teresa Calabús en su tradicional encuentro del Jueves Santo.

Entre algodones, de José Soler. José ha sido alumno mío y me encanta ver cómo progresa y se compromete con su obra.

El credo de los suicidas, de Anabel Rodríguez.  El libro me llego ayer y le tengo ganas, porque Anabel escribe muy bien.

Y tú, ¿qué libro estás leyendo?

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Escribir es una manera de estar en el mundo

Escribo novelas y manuales, pero utilizo la escritura para todo.

Cuando me levanto, escribo para orientar el día.

Cuando voy por la calle, escribo ideas, descripciones, perfiles de personajes, incluso diálogos.

También escribo un diario.

Y este blog.

Y las notas a mi lista de suscripción.

Escribo mi agenda, mis listas de tareas y de la compra.

Escribo para tomar decisiones y también escribo mis clases para prepararlas.

Escribo notas de ánimo, para otras personas y para mí. También escribo notas de agradecimiento.

Escribo cartas. Conservo todas las cartas que he recibido en mi vida. Durante la pandemia intenté releerlas, pero el ejercicio es emocionalmente intenso y lo he aplazado hasta cumplir los setenta, por lo menos.

La mayor parte de estos textos no se publicarán: no fueron escritos para ser publicados. Fueron escritos porque necesitaba escribirlos.

Esta, amigas y amigos, es la gran diferencia entre escribir y publicar y me apetece recordarla después de la resaca de Sant Jordi / Día del Libro, donde es frecuente confundir los verbos.

Yo escribiría y escribiré aunque no vuelva a publicar en la vida, porque es mi manera de estar en el mundo.

Te dejo la entrevista que me hicieron hace una semana en TV3 (cat), que viene al caso.

¿Y tú? Cuéntame si escribes y qué escribes y por qué.

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¿Realidad o ficción?

Al escribir: ¿imaginamos o recordamos? Si recordamos, ¿hasta qué punto es real el recuerdo? ¿Podemos recordad la realidad?

La distinción –si existe- entre lo real y lo ficticio es un tema al que tarde o temprano nos enfrentamos al escribir.

¿Es necesario -y posible- trazar una línea que separe la vivencia personal de la realidad imaginada? Si los reality shows y la conexión digital instantánea nos saturan de hiperrealidad ¿es posible fijar los límites?

Cuando se publicó Un hombre de pago tuve que abordar en todas las entrevistas la pregunta de si la novela era autobiográfica, es decir, si yo -personalmente- había contratado a un gigoló. A pesar de que haber repetido hasta la saciedad que se trata de una obra de ficción, la duda permanece: si la autora no lo vivió, por lo menos lo imaginó.  Esta presunción subyace en infinidad de correos que he recibido, de lectoras que quieren ser clientas y de hombres que quieren ejercer de gigolós y me escriben para informarse de cómo funciona este mundo en realidad.

La mejor distinción se la he leído a David Shields en su formidable ensayo Reality Hunger:“180. Los autores de no ficción imaginan. Los autores de ficción inventan. Se trata de dos actos fundamentalmente diferentes, que persiguen objetivos diferentes. (…) La ficción plantea una pregunta retórica: “¿Y si esto hubiese sucedido?” La (mejor) no ficción declara algo más complejo: “Puede que esto haya sucedido”. Y añade: “192. (…) La imaginación y la memoria son gemelas siamesas y separarlas no resulta sencillo”. Que lo escriba el coautor de la biografía de J. D.  Salinger da que pensar.

El próximo domingo 23 de abril, Día del Libro/Sant Jordi, estaré firmando en el Centre de Cultura Contemporània – Libreria Laie, de 16 a 17h. Si estás en Barcelona, me encantará verte allí.

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Escribir es bueno para la salud

¿Escribir nos ayuda a sentirnos mejor?

Vista la proliferación de cursos, retiros y otras actividades que nos animan a las letras, es de esperar que la respuesta sea afirmativa.

La pregunta se planteó por primera vez como estudio clínico en 1986 (Pennebaker & Beall) a partir de un método denominado “escritura expresiva”.

La escritura expresiva anima a los pacientes a escribir sobre acontecimientos estresantes o traumáticos durante quince minutos. Este ejercicio se repite de tres a cinco veces. Un estudio clínico posterior (Baikie & Wilhelm, 2005) concluyó que quienes realizaban este ejercicio mostraban un estado físico y psicológico significativamente mejor que los participantes que escribían sobre temas neutros, como, por ejemplo, el lugar donde se encontraban.

Las autoras de dicho estudio constataron que entre los participantes disminuían las consultas médicas por estrés y mejoraba el sistema inmune, la función respiratoria y la función hepática, la memoria, el rendimiento académico y el rendimiento deportivo.

Aunque no se considera un tratamiento sustitutivo de la atención psicológica, la escritura expresiva es una herramienta más en el arsenal del psicólogo/a. En concreto, las autoras observaron que con la escritura expresiva mejoraba:
– la función pulmonar en pacientes asmáticos
– el dolor y la salud física en pacientes oncológicos
– la respuesta inmune en pacientes VIH positivos
– el estado de pacientes hospitalizados por fibrosis quística
– el dolor en pacientes con dolor pélvico crónico
-el insomnio
-el estado general de pacientes durante el posoperatorio.

Parece increíble que escribir nos aporte tanto, ¿verdad?

Otros estudios han señalado incluso que la selección del tema no es significativa. No es necesario escribir sobre acontecimientos traumáticos: basta con que los participantes escriban sobre lo que ellos quieran. Lo que cuenta es escribir como opción expresiva cuando necesitamos sacar lo que llevamos dentro.

Quizás porque a nadie le gusta renunciar a un superpoder, nos resistiremos -mientras podamos- a delegar la escritura más personal en ChatGPT y similares.
A ti, ¿qué te aporta la escritura? Gracias por contarlo en los comentarios.

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Escribir es decidir

Una de las principales responsabilidades del escritor/a es decidir.

El proceso de escritura implica tomar decisiones constantemente. Tendrás que:

– decidir sobre qué vas a escribir,
– si escribes ficción, decidir sobre la trama y los protagonistas, decidir en qué género se inscribe tu obra,
– en no ficción, clarificar el mensaje,
– decidir cuándo vas a escribir y qué dejarás de hacer para disponer de ese tiempo,
– decidir si vas a autoeditar o a publicar con una editorial (esta infografía muestra lo que tendrás que decidir en cada caso),
– decidir cómo vas a promocionar tu libro (aunque lo publique una editorial convencional, tú también tendrás que promocionar),
– decidir qué narrativa vas a crear y creer cuando veas los resultados: cómo sabrás si has tenido éxito y cuándo considerarás que has fracasado.

Algunas de estas decisiones son sencillas, incluso orgánicas: la historia que surge y pide que la escribas sin que conscientemente hayas hecho nada para inspirarte. Otras decisiones -sobre todo las de negocio- tienen una incidencia directa sobre tu trayectoria.

¿Se pueden delegar estas decisiones? Se puede en ocasiones, sobre todo si trabajas con una agente. En cualquier caso, la última palabra la tienes tú y forma parte indisociable de tu perfil como escritor/a. En palabras de Maya Angelou: “Tomar la decisión de escribir se parece mucho a decidir que vas a meterte de un salto en un lago helado”.

PD. Si quieres escribir pero no tienes tiempo, mírate este Curso de escritura para mujeres muy ocupadas.
PDD. Si detestas promocionar pero sabes que tienes que hacerlo, mírate Marketing para escritores.

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La realidad narrada y la realidad aumentada

“Muchas de las cosas que veo me recuerdan cosas que he leído. ¿No debería ser al revés?”. Nora Ephron

Vivimos cada vez más en entornos de realidad aumentada, “un conjunto de dispositivos que añaden información virtual a la información física ya existente, es decir, (…) la información sobre el mundo real alrededor del usuario se convierte en interactiva y digital. La información artificial sobre el medio ambiente y los objetos puede ser almacenada y recuperada como una capa de información en la parte superior de la visión del mundo real”. Disponemos de datos adicionales superpuestos a los datos percibidos: podemos conocer la ficha completa de un piso en venta mientras paseamos por la calle. Los dispositivos son aún externos a nosotros, pero tenderán a integrarse, de modo que nuestro cuerpo funcione como una terminal.

Frente a esta realidad aumentada, la realidad narrada. El ser humano ha buscado en la narración un modo de explicarse un mundo que sólo puede aprehender de forma imperfecta. Y para ello lo recrea en la ficción. Dos libros bien distintos, que me han llegado recientemente, me vienen a la cabeza para ilustrar este punto.

Pienso en Los últimos días del Che, de Juan Ignacio Siles, cuyo magnífico subtítulo –Que el sueño era tan grande– presagia una lectura estremecedora. El autor recrea de forma coral el episodio de Sierra Maestra. Habla el Che y también sus guerrilleros, y los soldados bolivianos y los campesinos que ayudaron y quienes delataron. De ese prisma bellísimo el lector sale con la sensación de haber comprendido por qué cada quién hizo lo que hizo y de haber compartido el dolor y las dudas de unos y otros.realidad narrada

Pienso también en mi última novela, El naranjal y la garza, como una aproximación a lo que Juana de Castilla vivió cuando se mudó a Flandes, casada con Felipe de Austria, y cómo esa etapa condicionó su vida y el futuro de dos dinastías.

Frente al alud de información con que contamos y contaremos gracias a la realidad aumentada y a la escritura asistida por IA, me viene a la mente una frase genial que le escuché a la escritora Mercè Escardó: “Un cuento es la distancia más corta entre nosotros y la realidad”. Junto a la realidad aumentada y la información sobre el mundo, la realidad narrada como visión del mundo.

La ilustración nos muestra una recreación facial de Juana de Castilla, realizada por el artista Panagiotis Constantinou, quien recrea rostros reales a partir de retratos.

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La resistencia y el permiso

A veces no hacemos porque no nos permitimos.

Este post está dedicado a un lector, a quien llamaremos Marcos.

Marcos me escribió angustiado. Se había plantado en cuarto de carrera. Entre el nacimiento de su hija y los encargos, decidió aparcar los estudios. “Sólo me arrepiento de no haber terminado la licenciatura una vez por semana, aproximadamente”.

Marcos tiene un trabajo que le gusta, habla idiomas y cuenta con una red profesional envidiable. Pero le falta el título. Siente que no haber terminado la carrera le impide avanzar en el área profesional que ha elegido, pero no porque lo digan otros, sino porque lo dice él. No consigue explicar con fluidez su trayectoria.

Si entre tú y tu visibilidad existe, como en el caso de Marcos, una resistencia, te invito a leer la historia de Michael Messer.

El señor Messer era un agente de bolsa muy rico… y un músico frustrado. Su pasión era la música, pero se sentía lastrado por su falta de formación musical formal.  Tocaba el piano de oídas: no sabía leer una partitura.W & Diana

La frustración le llevó al psicólogo. Messer se armó de valor y le confesó que quería componer.

-Pues componga –le respondió el médico. -¿Qué problema hay?

Messer se lanzó a recitar un montón de objeciones que imposibilitaban que él compusiera. El psicólogo escuchó las divagaciones de su paciente. Al terminar la sesión, le tendió un trozo de papel y le dijo:

-Esta nota es un permiso para que escriba música.

Armado con esa nota y ese permiso, Messer por fin se lanzó. A él le debemos éxitos como “The greatest love of all”, “Saving all my for you” y “Didn’t we almost have it all” de Whitney Houston y también “Touch me in the morning”, que cantó Diana Ross. Estarás de acuerdo conmigo que para un compositor sin formación musical formal, el palmarés no está mal. Vamos: que no está mal para un compositor y punto.

La moraleja de esta historia -y la de Marcos- es que a veces basta con que uno se de permiso para seguir el propio propósito. Y andando.

Hablando de permisos, una de las objeciones que más esgrimimos las mujeres es la de no tener tiempo. Por eso escribí este Curso de escritura para mujeres muy ocupadas: si quieres escribir, puedes. De verdad.

Gracias por compartir esta historia en tus redes y dar tu opinión en los comentarios.

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Lo que ahora mismo me preocupa

Hace ahora un año me invitaron a participar en la fase beta de una aplicación de Inteligencia artificial diseñada específicamente para escritores. Entré en la plataforma y salí exactamente a los 7 minutos: los que tardé en darme cuenta de que me habían sustituido. La plataforma podía escribir textos complejos. No podía escribir como yo, o no todavía, pero era muy potente.

Con el tiempo he matizado la reacción. Tengo la suerte de dirigir Codi creatiu, un taller de escritura e IA que me permite entender algo mejor cómo funcionan las IAs, más allá del ji-ji-ja-ja nervioso que nos da la primera vez que usamos ChatGPT, pongamos por caso. En el taller, auspiciado por UPCArts, participan profesores, personal y estudiantes de la Universitat Politècnica de Catalunya: su mirada como ingenieros, arquitectos y matemáticos me es muy útil para situarme.

Todo esto para definir qué me preocupa. Me preocupa cómo integramos la IA en nuestra vida. Cómo evoluciona mi oficio de escritora. Y sobre todo me preocupa un tema al que se refería el analista Seth Godin hace poco: la ubicuidad. No somos en absoluto conscientes de que la cosecha permanente de datos personales que nos definen, anticipan nuestros deseos y emulan el modo como nos comunicamos, ya es un hecho.

La IA no se va a ir salvo que se vaya la electricidad y toca buscar una alternativa que nos permita usarla en positivo. Eso es lo que ahora me preocupa.

Me encantaría saber qué te preocupa a ti: la IA, los salarios en tu sector, la productividad, el futuro de los libros… Cuéntamelo en los comentarios.

El próximo fin de semana estaré en las Jornadas de novela histórica de Benetússer, en Valencia. Allí nos vemos y aquí nos leemos.

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