Una de aventuras: Sartine y la guerra de los guaraníes
A Juan Granados me lo presentó un amigo común y desde entonces mantenemos una intermitente relación digital. Juan me propuso leer su última novela, Sartine y la guerra de los guaraníes (EDHASA Narrativas históricas). No había leído nada suyo y acepté.
Sartine se ambienta en la España del XVIII, un imperio a medio gas que negocia con Portugal un nuevo reparto de Paraguay. Pero la cosa no es sencilla, porque por el medio se cruzan los jesuitas, quienes ven en las llamadas reducciones el marco ideal para materializar sus aspiraciones teocráticas.
El intendente del Rey -Nicolás Sartine- protagoniza esta novela que, más que histórica, calificaría de épica. Juan es historiador en ejercicio y tiene la maña de plasmar de modo muy visual la dureza de la época. Y no sólo en sus descripciones del Nuevo mundo sino también en el retrato de una corte caduca. Granados describe escenarios y esfuerzos que a mi me recordaron poderosamente La misión y, más aún, Aguirre, la cólera de Dios. En definitiva, leí la novela como una película.
Sartine me acompañó en un ida/vuelta en AVE y la terminé ayer en casa. Mientras maldecía al vecino no identificado que a las diez encendió el aire acondicionado a todo tren, pensaba en los hombres que, hace casi 300 años, pasaban calores peores con una actitud más digna -más castiza seguro- que la nuestra. Hablo de hombres porque las mujeres en Sartine son elementos de apoyo, taberneras de buen ver, aristócratas que esconden amores perdidos o jovenes parientes en busca de tutela. Son el refugio del guerrero, pero no te lo tengo en cuenta, Juan, porque así eran seguramente las cosas en el XVIII (en eso pensaré cuando el vecino le de al aire acondicionado).
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