Haciendo planes… ¿a qué plazo?

En plena mudanza tropecé con una de las cajas donde guardo la correspondencia que he recibido a lo largo de mi vida. Cartas, postales… No había tiempo para ordenar tanto sobre y mucho menos para leer y recordar, pero no pude sustraerme a la tentación, en plan concurso, de elegir uno al azar y reabrirlo.

Mi mano inocente escogió una de las cartas más dolorosas que he tenido que leer nunca. Me la mandaba F., mi mejor amiga, desde el hospital. Con gran entereza me informaba – y cito textualmente: «Mi cáncer es incurable e inoperable».

Una frase muy dura de escribir y de leer para dos chicas de dieciocho años. Tanto tiempo después, duele todavía. Y me da que pensar que, mientras iniciamos el curso preparando nuestros planes de marca personal a toda pastilla, apuntando indicadores por doquier (número de seguidores, número de referencias…), deberíamos pensar más en el plazo.

Los planes no garantizan la inmortalidad, ni la sustentan. Mi amiga murió a los pocos meses de escribir esa frase. Entre las muchas cosas por las que la recuerdo y que le agradezco, destaco ahora la idea -que aprendí entonces a lo bruto- de que no somos para siempre. Vivimos como si lo fueramos, pero no lo somos.

Por eso importa pernsar para quién vamos a ser relevantes, qué metas son las que realmente nos motivan. En ese contexto, las preguntas se vuelven más difíciles. El ejercicio de definir objetivos nos cuesta más: volvemos a la estrategia y nos alejamos de la mera táctica. Tenemos que hacer el plan pensando que viviremos para siempre pero recordando que desconocemos nuestra fecha de caducidad. Parafraseando a mi colega Andrés Pérez, en la expresión «marca personal» la palabra importante es «personal».

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