¿Qué hacemos con el elefante en la habitación?

elephant

Bansky pintó un elefante del mismo color de la pared, como parte de su primera exposición en EEUU en 2006, aludiendo al problema de la pobreza global. Fue obligado a «despintarlo».

La expresión inglesa “el elefante en la habitación” (the elephant in the room) alude a un tema espinoso que todos conocen pero del que nadie se atreve a hablar, con lo cual callan y fingen que no existe.  Como si en la sala hubiera un elefante enorme y disimuláramos, ignorando su presencia.

Personalmente, cuando creo que el tema debe ser discutido y resuelto tiendo a ponerle el cascabel al gato.

Aquí se abre el gran interrogante: ¿vale la pena decir lo que piensas?

Una vez has sacado a la luz el tema espinoso, las reacciones habituales suelen ser dos. Opción uno: los demás de repente muestran su total acuerdo (“Pues claro: ¡esto lo sabíamos todos!”) cuando antes de que tú sacaras el tema se mantenían en el silencio más sepulcral. Opción dos: los demás prefieren continuar negando la existencia del elefante y te condenan al ostracismo. Ninguno de los dos resultados me parece especialmente tentador.

¿Conviene entonces decir lo que uno piensa?  La respuesta sería «depende». Hacer manifiesta la situación depende de tus valores y objetivos.  Valora si esta batalla le interesa y hasta qué punto. Si la cuestión no es vital, haces como el resto y prescindes del elefante, del gato y del zoo entero.

Otra opción, que podríamos llamar «la vía intermedia», pasa por buscar aliados y no abordar en solitario la cuestión espinosa.

Seguro que tú también te has encontrado alguna vez con un elefante en la habitación. ¿Has dicho lo que pensabas o has preferido callar?  ¿Cuál crees que es la mejor estrategia en un escenario en el que hay un problema del que nadie quiere hablar? Gracias por compartir tu experiencia en los comentarios.

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15 comentarios en “¿Qué hacemos con el elefante en la habitación?”

  1. Evidentemente, el gran elefante es el modelo de negocio de las industria editorial, en términos generales. Este modelo tiene que readaptarse a los cambios y seriamente.
    Algunas empresas del sector editorial argumentan que el precio de un libro electrónico no puede ser menor de 10€ por cuestiones de rentabilidad. Si el modelo de la industria musical se ha tenido que reconvertir, quizás el sector editorial tenga que pasar por lo mismo.
    Otro tema que deberían abordar es si se puede con la propia tecnología actual y sin pasar por el DRM evitar la piratería.
    También es cierto, que la autopublicación en algunos casos, está haciendo que la industria editorial se segmente en más trocitos debido a las facilidades que hay.
    Habrá que ver, hasta que punto la autopublicación puede ser una aliada del sector editorial o todo lo contrario.

  2. Ana Maria Seghesso

    “¿Conviene decir lo que uno piensa? La respuesta sería “depende”. La encuentro en los propios valores y en los propios objetivos.” Escribes en tu nota.

    La contestación parecería ser la apropiada, y yo agregaría que los posibles inconvenientes de un argumento dependen también de la capacidad de proyectarse en el futuro para conjeturar qué podría suceder; en síntesis: hacer previsiones sobre posibles trasformaciones de un determinado argumento.

    En general todos los grandes cambios chocan con resistencias y luego encuentran su propio camino para afirmarse o desaparecer, son fenómenos colectivos con muchos imponderables. Sin embargo, a nivel personal, creo que puntualizar nuestro punto de vista pueda ser la cosa mejor.

    Luego está el estilo y los argumentos que empleamos para hacer llegar nuestro mensaje, quizás eso sea la clave para imponer un punto de vista.

    Un saludo y suerte.
    Ana María

  3. Yo opino que si se está participando en algún asunto siempre conviene decir lo que se piensa.
    Pero que “lo que se piensa” sea de verdad eso: el producto de una reflexión sobre el tema, no una reacción espontánea sobre la marcha o la búsqueda de un subidón de “ego”.
    Como ves, a mi el problema no se me crea en ese punto, sino en el siguiente paso, en saber escoger el momento más conveniente, el tono más adecuado, en saber argumentar -dentro de lo que admita el tema- en dirección positiva, etcétera, etcétera…
    Yo particularmente hago lo que puedo… a veces lo hago fatal… :-S

  4. Hola Neus. Te voy a hablar con franqueza. A mí me dan menos miedo las espinas de los temas que las espinas mentales y verbales de la gente. Espinas mentales que los clavan a ideas preconcebidas, mayoritarias, archicompartidas, y muchas veces producto de la falta de esfuerzo para saber MUCHO antes de opinar. Y espinas verbales que los llevan a atacar sin tregua, simplemente porque no aguantan a quien piensa diferente. Pues yo a veces saco elefantes a la vista de todos, y luego me atengo a lo que venga. Lo que no suelo hacer es opinar sobre los elefantes que sacan otros, simplemente me inhibo y callo. El que quiera ver el elefante pues que lo vea, el que no, que se haga el ciego. Yo creo que no tengo estos problemas «visuales».

  5. La autopublicación se tornó masiva, gracias a las facilidades de Amazon. Millones de ofertas de libros circulan por las redes sociales. Ocurre lo inverso al clásico mundo editorial, que exageraba con los filtros: rara vez apostaban por estudiar escritos nóveles.

    La enorme oferta digital plantea un problema para el lector: ¿Cómo saber la calidad de cada obra? ¿Alcanza leyendo las primeras diez páginas? Pero no se puede estar husmeando la introducción de cientos de libros.

    Y genera un problema para el escritor: ¿Qué estrategia usar para alcanzar una VISIBILIDAD SOSTENIDA en el incesante mar de anuncios en cualquier plataforma de internet?

    Creo que es un tema muy interesante de debate.
    Saludos.

  6. Hola. Este tema me parece muy interesante, porque es algo recurrente en mi vida. Yo antes señalaba siempre al elefante e insistía hasta que los demás reconocían que estaba allí.
    Ahora intento seleccionar la batalla, el momento, las formas y las personas. No siempre acierto, pero prefiero correr el riesgo de equivocarme y sufrir las consecuencias antes que dejar de ver el elefante a fuerza de fingir que no existe. En cualquiera de las opciones se paga un precio.

    Un saludo

  7. Depende. Depende de demasiadas cosas. Sobre todo del contexto. Yo tengo por norma decir lo que pienso. Pero, en según que circunstancias, tengo un filtro para eso.Se, por ejemplo, que el mayor peligro que corro al hacerlo en mi vida privada (amigos, familia…) es que no les siente bien y dejen de hablarme. Pero si es el trabajo… hay que hacerlo con cuidado. No solo te pueden dejar solo ante el peligro. Ademas te puedes quedar sin trabajo. Y no es exageración. No todos los jefes quieren que les señales el inmenso elefante en la oficina, que puede ser un compañero que no hace su trabajo o que él mismo lo este haciendo mal.
    Así que si. Un depende bastante amplio. A veces echa una de menos el tener cinco años y no tener que pensar mil veces antes de soltar tu opinión. Ahora esta mal visto.

  8. Referente al “elefante” u otros bichos que pueda encontrar en cualquier lugar, prefiero comentar que existe y que cada uno haga lo que crea pertinente según sus valores… soy consciente que a veces «el tema» se vuelve en mi contra, pero es mi manera de ser y no pienso cambiar, me siento mejor. Generalmente todo en esta vida se debe afrontar y evidenciar su existencia, tenga o no solución, pues si no es así creo que la innovación no existiría.

    Sobre el Libro electrónico… aún estando a favor de los avances tecnológicos, yo sigo siendo una ferviente seguidora del libro en papel, ya que la mayoría de ocasiones me transmite sensaciones, es cálido, amigable y un gran aliado para finalizar el día soñando y pensando que la vida vale la pena vivirla.

  9. María Elena Noriega

    Hace unos meses en la agencia de comunicación para la que trabajo surgió la oportunidad de hacer un proyecto para una empresa que tiene muy mala reputacion. Un grupo importante de colaboradores nos negábamos a «aceptar» el reto, como un pequeño grupo proponía, y el director convocó a una reunión para ventilar nuestras dudas y preocupaciones. Los que estábamos en contra hicimos un frente común y presentamos objeciones concretas y documentadas. Decidimos llevar directamente el elefante a la sala y nuestro argumento fue: esta empresa de pésima reputación por sus malas prácticas organizacionales puede contaminar la nuestra al trabajar con ella. ¿Qué tan congruentes somos con los valores que decimos tener? Fue duro, pero nos permitió hacer un análisis interno y al final, por mayoría, decidimos decir no. Saludos desde México, querida Neus.

    1. Gracias a tod@s por compartir en abierto vuestra experiencia personal. Me ha ayudado a avanzar en mi propia reflexión a la hora de lidiar con los elefantes con que me voy cruzando.

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  13. Pues considero que siempre es mejor señalar el elefante. La vida de por sí resulta bastante compleja para quedarte callado y hacer como si las cosas no pasaran. A lo mejor si uno prefiere quedarse callado, el elefante empieza a hacer daños sin proponerlo o proponiéndoselo. Sería algo así como la historia de no decirle al emperador que va desnudo y quienes están alrededor creen que todo es perfecto cuando no lo es.

  14. …Y es que en este mundo hay 2 bandos, y además, los indefinidos=camuflados=anodinos. El blanco, el negro, y el gris. Lo caliente, lo frío, y lo tibio. La verdad, la mentira, y la mezcla.
    Según sea el encare vital-existencial, así será nuestra posición.
    Quienes aceptan la realidad, declararán y defenderán siempre la verdad: «He aquí el elefante».
    Quienes niegan la realidad, darán falso o torcido testimonio: «No hay ningún elefante».
    Quienes buscan sólo su bienestar y comodidad, mezclarán o alternarán ambas opciones, de acuerdo a su conveniencia del momento, incluso incluyendo ambas:»El elefante es relativo, a veces está y a veces no está».

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