¿Es posible la integración digital?

Inmigrantes digitales somos quienes hemos pasado una proporción significativa de nuestra vida en modo analógico. Llegamos a Internet, la nueva «gran manzana», con tics adquiridos en el off-line. ¿Podemos integrarnos?

Me sorprende cómo la definición de la Real Academia se adapta a nuestra realidad. Así, como inmigrantes, somos naturales de un país que «llegamos a otro para establecernos en él, especialmente con idea de formar nuevas colonias o domiciliarnos en las ya formadas». La expresión «inmigrantes digitales» la acuña Marc Prensky como contraposición a los «nativos digitales». El propio autor resume aquí (en inglés) las diferencias entre unos y otros.

La principal radica en el proceso de socialización. Nosotros inmigrantes hemos adquirido nuestra visión del mundo en un mundo sin Internet. Por eso a la hora de vivir on-line, mantenemos lo que Prensky denomina con acierto «un acento que delata nuestra procedencia»: por ejemplo, señala, imprimir un borrador (en vez de editarlo directamente en pantalla), invitar al compañero a que venga a nuestro ordenador a ver un sitio web (en vez de mandarle la URL) o, en casos de «inmigración reciente», pedir a la secretaria que nos imprima los emails (y nos los entre junto con la correspondencia del día). La perla -y que levante la mano el inmigrante que no lo haya hecho nunca- es llamar por teléfono para comprobar si nuestro destinatario ha recibido el email que le enviamos.

Y en esas estamos, operando en un entorno fluido y cambiante y sometidos a una doble presión: la de construirnos una identidad digital y la de mantenernos al día. Las reacciones que observo ante este escenario se organizan alrededor de dos extremos. Por un lado, el inmigrante que decide ser más nativo que los nativos y se apunta a cualquier plataforma, herramienta o comunidad, sin importarle que ese sea o no un espacio afín a sus intereses. En el otro extremo, el que reniega del 2.0 y recuerda que cualquier tiempo (analógico) pasado fue mejor. Curiosamente, un mismo usuario inmigrante puede pasar por ambos extremos, en función del éxito que obtenga en su empeño digital.

Quizás podamos aprender aquí de los inmigrantes presenciales. Personalmente continuo pensando que en la Red nos movemos, igual que ellos, entre las ganas de integrarnos en este nuevo país que es Internet y la necesidad de preservar nuestras raíces analógicas como parte de quienes somos.

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