Por qué las mujeres mandan emails de noche

Chicas, ¡hoy es el día! Con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, llevamos ya varios leyendo y escuchando reflexiones diversas a propósito de nuestra vida laboral (i.e. nuestros sueldos inferiores) y nuestra (limitada) visibilidad. Además, los medios proponen reportajes en los que las mujeres que «han llegado» miran a la cámara, que las identifica como quien identifica un cobaya o una pieza exótica. Ellas son la prueba de nuestro «yes, we can».

La mayoría de las reflexiones están escritas por mujeres. Es normal. Es a nosotras a quienes más preocupa el desequilibrio social y económico. A mí me preocupan dos cosas más:

– El debate es puntual: hoy toca, pero incluso hoy, cuando toca, el mundo gira sin nosotras. No existe conciencia cotidiana de la desigualdad. Échale un vistazo a la agenda de actos de tu ciudad hoy. Preguntas clave: nº de actividades lideradas pos mujeres; nº absoluto y porcentaje de mujeres participantes en dichas actividades.

– El debate no es compartido. Creo que sólo saldremos de ésta si trabajamos con los hombres. Creo que muchos hombres están de acuerdo. También creo que algunos hombres (y algunas mujeres) no lo están.

De todo lo leído, me quedo con la columna que ha publicado Mrs. Moneypenny en el Financial Times. Bajo este pseudónimo escribe una empresaria y profesora londinense. De su último artículo tomo prestado el título de este post. En él y partiendo de la reflexión de que las mujeres atendemos emails por la noche desde casa, la columnista da en la diana del problema cuando afirma: «Las mujeres pueden llegar tan lejos como los hombres, siempre que estén dispuestas a pagar el mismo precio. ¿Cuándo hemos oído hablar de un empresario de éxito que haya llegado a la cima y mantenido a la vez un equilibrio perfecto entre su vida profesional y personal? (…) La ausencia de mujeres no indica falta de capacidad, ni la existencia de una conspiración masculina para dominar el mundo. Sí muestra en cambio que las mujeres son listas: han averiguado lo que cuesta y no están dispuestas a hacer esos sacrificios».

Las mujeres no progresaremos mientras la progresión se produzca en un entorno con unas reglas tan duras para todos, hombres y mujeres. No se trata de cuotas, sino de contexto. Mientras la vida profesional se organice en sus parámetros actuales, no hay conciliación para nadie. Porque todo tiene un precio.

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