febrero 2013

Los pros y contras de trabajar gratis

trabajar gratis
Una de las estrategias de visibilidad más comunes es aceptar un trabajo gratis. Por ejemplo, impartir un taller. Por ejemplo, escribir un artículo. Los organizadores, promotores, editores te contactan y te ofrecen visibilidad a cambio de que les ofrezcas tus contenidos sin cobrárselos.

La semana pasada, el autor Seth Godin publicó un post al respecto, refiriéndose a la posición de otro autor, Steven Pressfield, quien en su entrada “Opportunities are bullshit” a su vez había rescatado un video en el que un tercer escritor, Harlan Ellison, argumentaba en contra de la gratuidad.  Ellison pone como ejemplo  una propuesta que le hace Warner Brothers de incluir material suyo en un DVD, material por el que no van a pagarle pero que es “bueno para su promoción”. En la Red nada caduca nunca y hoy este video, de 2007, vive una segunda juventud gracias al debate.

La gratuidad es una estrategia poliédrica. Por un lado, que un participante o un lector no te de dinero a cambio de tu contenido no quiere decir que no pague. La moneda, en este caso, es otra: su atención. El usuario te presta atención. Por lo tanto, una de las consideraciones que debemos hacernos es: aunque no me paguen con dinero, ¿me recompensa de algún otro modo (con atención, con un tuit …)? Yo no he pagado dinero por el post de Godin, pero al comentarlo y al traducir sus preguntas, espero ampliar el alcance del debate que él ha puesto sobre la mesa. La gratuidad también se vincula al nivel de experiencia: un profesional que está empezando acepta propuestas sin cobrar con el fin de hacerse un nombre.

Es importante en este tipo de acciones detectar los abusos. Considero un abuso que quien te ofrece que impartas un taller gratuito sea una organización que puede perfectamente pagar tu tarifa pero prefiere ahorrarse el coste. La persona que te contacta cobra por organizar el seminario, el hotel les cobra el alquiler de la sala, pero tú no cobras por dotar el evento de contenido. ¿Por qué?

En su post, Godin formulaba algunas preguntas que podemos hacernos para saber cuándo nos interesa trabajar gratis. Las traduzco aquí:

  • ¿A otros  les pagan por el trabajo? ¿Su competencia paga?
  • ¿Aprendo lo suficiente en este intercambio para considerarlo parte de mi formación?
  • ¿Se trata de un contenido en abierto, que llevará mi nombre, o sólo quieren ahorrar dinero en un trabajo por el que deberían pagar?
  • Si me pagaran por él, ¿la organización prestaría más atención, promocionaría mejor mi contenido y lo trataría de forma más profesional?
  • <¿Comparto su misión? ¿Pueden permitirse desarrollarla de forma profesional?
  • ¿Me verán las personas adecuadas, las que me ayudarán a hacer visible mi mensaje, de modo que en adelante me contraten como profesional?
  • ¿Qué riesgo corro, que riesgo corre mi reputación si acepto este encargo?

Las preguntas me parecen importantes para ayudarnos a decidir si y cuando nos interesa ofrecer contenidos gratuitos a cambio de visibilidad. Cada vez más generamos contenidos para “alimentar nuestra redes”. La frase lo dice todo.

PD: La foto viene de este tablón en Pinterest.

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¿Cuál es tu solucionador?

unique-selling-point
En todo plan de Marketing que se precie aparece invariablemente el concepto de USP. Las siglas corresponden a Unique Selling Proposition. Su traducción literal sería «propuesta única de venta»; esta propuesta recoge aquellos aspectos de un producto o servicio que lo hacen único a los ojos del consumidor. Algunos se refieren a la USP como “el solucionador”.

  ¿Y qué soluciona el solucionador?

    Si aceptamos que sin visibilidad no hay venta, necesitamos comunicar por qué nosotros o nuestros productos (llámense libros, llámense servicios de consultoría) somos distintos de todos los demás. En un mercado saturado, la diferenciación es un valor en alza. La USP recoge esa diferencia.

¿Cuál es tu solucionador?

        En mi novela Un hombre de pago, la USP tenía que incluir necesariamente al gigoló. ¿Por qué? Porque hay pocas novelas que tengan un amante profesional masculino  en el elenco. En otros casos la diferencia no estriba en el personaje, sino en el autor. El ejemplo más conocido son los famosos: cuando publican un libro, su éxito está directamente relacionado con su valor mediático (de ahí el nombre “autor mediático”).

   Todos, sin ser famosos, somos singulares, porque aunamos atributos y experiencias que ninguna otra persona tiene, porque no hay dos vidas iguales. Y esas características informan nuestra obra y nos ayudan a fijar nuestra USP. No es lo mismo leer un libro de viajes escrito por una autora que reside en un pueblo de veinticinco habitantes, que un libro de viajes escrito por un periodista que participa en concursos televisivos.  No pueden ser lo mismo, porque su visión del mundo no es la misma. Por cierto, tanto la escritora como el periodista no son ejemplos inventados: son dos de los participantes en el taller de Marketing para escritores.

   Porque todos somos singulares, es interesante identificar qué factores (aptitudes, experiencia, circunstancias…) poco comunes nos diferencian de otros e integrarlos en nuestra USP.

Gracias a los que me habéis escrito preguntando por nuevas ediciones del taller. La próxima será en Barcelona el 20 de abril. Si quieres preinscribirte, envíame un mail  y te informo de los detalles. Estoy preparando además una guía práctica on-line para solucionar las distintas etapas del camino hasta la publicación. Si te interesa, por favor envíame un mail. Los lectores que me avisen tienen preferencia en el lanzamiento.  PD: Si ya me has escrito preguntando por el curso on-line, no te preocupes: ¡estás anotado!

Más información, cada semana en la Lista.

 

 

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Fail fast. Por qué te interesa fracasar

Fail fast
La palabra “fracaso” está cambiando de color. En vez de ser un estigma, se convierte en una medalla al valor de quien lo intentó, aunque al final las cosas no salieran bien.  Y al final casi resulta que fracasar nos conviene.

“Fracasa rápido” – fail fast– es uno de los mantras de la llamada Nueva Economía: no lo pienses demasiado y prueba.  La tecnología permite desarrollos más veloces con menos recursos. Por tanto, podemos probar y corregir con mayor facilidad. Y eso nos interesa a la hora de gestionar nuestra visibilidad.

Investigando sobre el fracaso descubro que en Ingeniería informática “fail-fast” designa la propiedad de un sistema o módulo en relación a su respuesta al error: “los sistemas Fail-fast se han diseñado para detener su funcionamiento normal en vez de intentar continuar un proceso posiblemente erróneo.” En humano: si la estrategia no funciona, no te obsesiones y cambia de estrategia.

Cuando construyes tu visibilidad en Internet, fracasar rápido te interesa por estas tres razones:

  • Porque la tecnología no te permite actuar en modo borrador

Ni Facebook ni Twitter te permiten hacer una primera versión y publicarla después. Si tu tuit no te convence, lo borras una vez publicado.  Esta propiedad nos invita a pensar antes de abrir la boca y desaconseja los “calentones”.

  •  Porque la tecnología no es inmutable

Los powerpoints me caducan a velocidad de vértigo. Cada vez que hablo de una red social en el aula, las posibilidades de que haya cambiado sus prestaciones son elevadísimas. La tecnología cambia y la única manera de aprender es probar y equivocarse.

  • Porque la tecnología es plural

Te das cuenta de que tu campaña de visibilidad en una red social X no te da ningún resultado: no genera notoriedad, ni te aporta visitas, ni se cumplen los objetivos. En definitiva, un fracaso. No problem: te vas a otra red y vuelta a empezar. ¿Para qué vas a perder tiempo intentando generar audiencia en un formato que no contribuye a creártela? (Inciso: tomar una decisión así requiere medir, de modo que podamos saber con certeza qué funciona y qué no).

El fracaso rápido supone aprender a funcionar en modo prueba y error. En nuestra cultura el fracaso se ha relacionado tradicionalmente con el error, no con el aprendizaje. Pero si queremos adaptarnos a un contexto sociotecnológico cambiante, incluso para criticarlo desde dentro, fracasar rápido es una de las mejores estrategias para aprender y para crecer.

Sobre el fracaso puedes leer Game over. Los trece errores que me llevaron a cerrar mi empresa. Conocí el libro de la mano de su autor,  Javier Regueria, quien me contactó en su día para decirme que siguió las indicaciones de Marketing para escritores y logró publicarlo.  ¡Una alegría!

Del fracaso editorial también hablaremos en el I Taller de Marketing para escritores los  próximos 16 y 23 de febrero. A la participación extraordinaria de Lorenzo Silva se suma ahora otra invitada de excepción. Pistas: ¿te gustaría poder consultar tus dudas de tú a tú con una de las agentes literarias más influyentes del país?

Nos leemos. Anímate y apúntate a mi Lista para recibir más contenidos sobre Visibilidad.

PD:  Encuentras otras citas estupendas e inspiradoras sobre el fracaso en este tablón de Pinterest.  

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Todo sobre tu público

tu público
Nuestros esfuerzos de visibilidad tienen como objetivo llegar a un público determinado. Antes de plantearnos cualquier acción, es imprescindible saber a quién nos dirigimos. La pregunta del millón entonces es:

¿Quién es mi público?
Responder no es fácil.

Si eres un autor inédito y quieres publicar tu obra en papel, tu público es la agencia editorial. Necesitarás convencer a un agente de tus méritos para que te represente.  En cambio, si decides autoeditarte, tu público es el lector al que quieres llegar directamente.

Definir quién es nuestro público es un ejercicio complejo, porque a menudo el perfil que nos viene a la cabeza no es en realidad el que tenemos que abordar, o porque tenemos muchos posibles públicos a la vez. Si soy una editorial escolar, ¿a quién tengo que dirigirme? ¿A los colegios que prescriben, a los padres que pagan, a los alumnos que leen? ¿Por dónde empiezo?

A continuación te propongo tres pistas para saber exactamente a quién te diriges.

1. Piensa en tu plan de visibilidad como una conversación. Tu público inmediato es aquel interlocutor a quien necesitas atraer en este momento a dicha conversación.

Imaginemos que quieres lanzar un sitio web sobre turismo cultural en Barcelona. Los usuarios lo visitarán gratuitamente. Quienes pagarán son las empresas que se publiciten en tu web. Tu público en esta fase I son los turistas. ¿Por qué? Porque lo primero que necesitas es cultivar una audiencia suficientemente numerosa para ir después a los patrocinadores.

Esta estrategia es parecida a la que siguen muchos autores autoeditados: levantar primero una audiencia para que una editorial se fije en su libro y lo considere para publicación.

    2. A medida que avanza la conversación, aparecen nuevos interlocutores. Por eso en nuestro plan de visibilidad puede que vayamos cambiando de público.  No podrás descuidar al primer interlocutor, pero le añadirás uno nuevo.

Cuando tu sitio web de turismo cultural ya tiene un público consolidado, tu interlocutor serán las empresas anunciantes.

Una vez publicado el libro (ya sea autoeditado o no), el interlocutor del autor es el lector final. Es a él/ella a quien tiene que convencer de que su título puede ser de interés.

    3. Cada interlocutor requiere su propia estrategia

Las acciones necesarias para conseguir que más usuarios visiten tu web de turismo no son las mismas que las que realizarás para captar patrocinios. No hacemos lo mismo para encontrar agente literario que para buscar nuevos lectores.

En resumen: nuestro público es el interlocutor que necesitamos atraer a nuestra conversación en este momento. De esta premisa se deriva, creo yo, todo lo demás.

Esta nota está dedicada a los alumnos del postgrado de Comunicación Estratégica Digital IDEC-UPF , que con sus preguntas me han animado a reflexionar sobre el tema.

Sobre los distintos públicos que tenemos los autores hablaremos en el Taller de Marketing para escritores los próximos 16 y 23 de febrero. ¡Últimas plazas!

Compartir es crecer. Gracias por compartir esta nota o comentarla a pie de post. Más pistas y reflexiones en la Lista sobre Visibilidad. ¡Apúntate!

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