julio 2012

De canguro a community manager

community manager
Hace ahora nueve veranos en mi empresa se nos ocurrió ofrecer un servicio de «canguros para webs». Nos dimos cuenta de que los clientes cerraban por vacaciones en agosto y de que sus sitios web quedaban desasistidos. Nos ofrecimos para actualizarlos en su ausencia, como una especie de community managers avant la lettre.

Estamos hablando de un tiempo en que las redes sociales no existían, y apenas apuntaban los gestores de contenido, con lo que los sitios web se actualizaban «a mano». Tampoco existía entonces la conciencia de que es necesario mantener las plataformas digitales al día y responder a los usuarios en un plazo breve. Como mucho, las empresas contaban con un «responsable web» o «de informática». Nueve años. Un pasado que hoy es ya pluscuamperfecto.

El proyecto «canguros para webs» despertó un notable interés mediático. Esta foto tan divertida se le ocurrió a Antonio Espejo, fotógrafo de «El país«. Ni corto ni perezoso, le pidió el cochecito prestado a una mamá que paseaba por el centro comercial junto al que estaban nuestras oficinas. La mamá no entendió bien el propósito pero colaboró con la mejor disposición, sacó a su hijo de la sillita y vio como en su lugar colocabamos mi portátil. Esa sonrisa mía forzada responde a las miradas de los transeuntes, preguntándose qué hacía una mujer paseando un ordenador.

Fue mayor el impacto mediático que los resultados de negocio. Llegamos demasiado pronto a resolver una necesidad de la que las empresas no eran conscientes. Proponer soluciones a problemas que no son percibidos como tales por el cliente es una estrategia de innovación que no da resultados en el corto plazo. Innovar, es lo que tiene: a menudo los frutos no los recoge quien siembra sino quien labra.

Ser «canguro de webs» era una manera de mantener su visibilidad. Lo que entonces aprendimos nos ha servido en el trayecto, en la línea de puntos que hoy nos lleva a analizar y gestionar la visibilidad de nuestros clientes, en especial en el sector editorial , y a continuar trabajando en los nuevos contenidos digitales,  con los servicios de publicación y optimización de ebooks.  Todo suma, incluso los cochecitos con portátil.

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Visibles a medias

Las mujeres somos cada vez más visibles, pero nuestra visibilidad no es cuantitativamente ni cualitativamente la misma que la de nuestros colegas.

A un político raramente se le pregunta más allá del estado civil. Si tiene hijos, se espera una apostilla sobre su compromiso de colaboración. En cambio, las políticas tienen que explicitar tanto sus elecciones de maternidad como sus problemas para ejercer la conciliación.  Una opción interesante sería que los políticos compartiesen cuál es su estrategia conciliadora, para hacer así visible la necesidad de que ésta sea compartida.

Que no existe paridad en la esfera pública es evidente y refleja un desequilibrio global. También es cierto que formalmente las cosas están cambiando para bien y que hoy no existen limitaciones formales a la trayectoria de una mujer. Pensemos que, hasta el año 1973, en el Reino Unido las diplomáticas que contraían matrimonio debían abandonaban la carrera, sin derecho a jubilación. Se llevaban, eso sí, una dote correspondiente a un mes de sueldo por año trabajado.

El freno a la representación femenina no viene hoy de la ley. Las causas son otras y son múltiples: los estereotipos y la (auto)censura me parecen especialmente relevantes. ¿La solución? En palabras de la profesora Lynda Gratton : “El cambio surgirá de la base, de los jóvenes que afirman que quieren vivir su vida de forma más humana… La ausencia de cambios se debe en parte a que son las mujeres quienes asumen el papel principal en la crianza de los hijos, lo que interrumpe su carrera. Si los hombres se involucrasen plenamente en la crianza, la veríamos como una actividad humana y no como una actividad femenina”.

Sobre la visibilidad de las mujeres en Internet hablaré el próximo viernes 13 de julio en el curso Mujeres, economías y empresas, que organizan la Universidad y la Diputación de Almería.

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Leemos y leeremos (La lectura social)

Mañana participo en las jornadas interdisciplinares sobre lectura que organiza la Fundació Pallach. Durante dos días, neurólogos, educadores, bibliotecarios y psicólogos comparten conocimiento sobre el acto de leer.

A mi intervención, prevista al final, se le adjudica el título vertiginoso de «Lectura y futuro». El futuro tiene mal predecir, y más en los tiempos en que el cambio tecnológico se produce a ritmo intenso. ¿Qué leeremos? ¿Cómo leeremos? Hablaré mañana sobre la lectura social. Sobre sus retos publiqué esta reflexión  que recupero a continuación.

La lectura social

Vivimos vidas cada vez más sociales. A esta dinámica no es ajena la lectura, un proceso que vuelve a ser social. Si somos lo que leemos y somos lo que anotamos, ¿cómo compaginar nuestra reflexión lectora con la privacidad?

“La lectura social es la manera normal de leer”, afirma la consultora editorial Kassia Krozser. Las primeras narraciones junto al fuego eran en grupo. Más tarde, “pasamos de la luz de la hoguera a la de la vela y leer continuó siendo un acto social”. La lectura individual surge con los mercados de masas y conlleva un nuevo hábito social: compartir los libros. Las anotaciones en los márgenes (marginalia) que “enriquecían” los ejemplares en papel son, en su formato digital, una nueva forma de lectura social, ya que puedo compartir mis observaciones con otros lectores que están leyendo la misma obra.

El reto, según Krozser, consiste en que el lector pueda publicar sus apreciaciones allá donde esté. Puede querer anotar en el propio ebook, tuitear, recomendar al autor en Facebook y reseñar el libro en su blog. Los editores deben encontrar el modo de agregar el contenido generado por los usuarios (UGC) de forma que aporte valor al libro.

Los lectores, por otra parte, debemos fijar nuestro umbral de privacidad. Si somos lo que leemos, nuestra biblioteca nos identifica. La influyente American Civil Liberties Union ha analizado el tema Y anoto: “Muchos consumidores no son conscientes de que los dispositivos lectores digitales y los servicios on-line pueden obtener mucha más información sobre un individuo y sus hábitos de lectura de lo que nunca había sido posible en el mundo off-line. Además, muchos proveedores tienen un incentivo económico potente para almacenar esta información durante períodos prolongados de tiempo, ya que es la base para un modelo de negocio basado en la publicidad”.

¿Y qué información es esa? Según el mismo informe, Google Books rastrea: a) La expresión inicial de búsqueda empleada por el lector/a; b) El libro que ha ojeado y qué páginas ha ojeado en concreto; c) La fecha y hora en que se realiza la consulta; d) La IP, navegador y sistema operativo del lector/a y e) Una o más cookies que identifican el navegador específico desde el que se ha realizado la consulta.

El informe, que detalla también los parámetros de monitorización de Amazon, concluye solicitando a los proveedores cuatro “garantías básicas” que protejan al lector:
– Transparencia (saber qué información se rastrea y si y a quién se le cede).
– Confidencialidad (el proveedor no cederá el “historial lector” de sus usuarios a terceros).
– Monitorizacion limitada en cuanto a datos rastreados y tiempo de almacenamiento de los mismos.
– El usuario debe poder controlar su historial lector y modificarlo a su conveniencia.

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