noviembre 2011

«Jamás dejarán de mirarte»

invisibilidad femenina
Esta imagen corresponde a la campaña 2011 de los salones de peluquería Aduho.  Admite lecturas diversas. Me quedo con la idea de que para las mujeres -de cualquier edad- la mirada masculina continua siendo importante. Tan importante que es incluso aspiracional: «Jamás dejarán de mirarte» es el reclamo de esta promoción. Y ella, guapísima, ignora a los operarios macizos.

De la invisibilidad femenina me he ocupado en la novela Un hombre de pago, ahora en edición de bolsillo.

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Jaron Lanier: Por una crítica de la tecnología

Jaron Lanier  es programador y músico. A él se debe la expresión «realidad virtual«, su área de especialización. En el año 2010 Lanier publicó una reflexión, You are not a gadget , que aparece ahora en castellano con el título Contra el rebaño digitaluna lectura crítica de la tecnología.

El manifesto comienza mostrando cómo los avances tecnológicos responden a lo que denomina «lock-ins»: una vez se ha desarrollado un lenguaje de programación, lo eficiente es construir sobre él. Así,  aunque el lenguaje MIDI (empleado para la música) restringe el concepto de nota musical, se ha convertido en el estandar sobre el que desarrollar subsiguientes aplicaciones, con lo cual la expresión musical se ha empobrecido.

Lanier argumenta a continuación que la expresión digital de lo que es una persona también se ha empobrecido. El modo como se está desarrollando acumulativamente la tecnología nos conduce a un modelo social donde, aunque «las personas no somos fragmentos», el individuo cada vez es más residual. La fe tecnológica que propagan los nuevos evangelistas (con Kevin Kelly y la revista «Wired» en cabeza) sostiene que estos fragmentos «forman una inteligencia colectiva o noosfera» (p.49).  La colectividad es crítica para el desarrollo tecnológico, por cuestión de escalabilidad y de rendimiento. En este espacio colectivo prima el anonimato. En un entorno anónimo no tenemos que responsabilizarnos de nuestras acciones ni de nuestras palabras. ¿Importan entonces sus efectos?

Lanier analiza a continuación cuál es el modelo de negocio asociado al modelo tecnológico actual. El análisis es complejo, la conclusión, simple: gana el que controla la nube, esa cloud que hoy nos proponen por doquier. Control + Cloud + Crowd = ahí está el negocio.

Su manifesto termina con una propuesta humanista por una sociedad digital que acoja a las personas y no las reduzca a meros usuarios, donde haya espacio para una «clase media digital».

Lanier escribe con gancho, con un estilo alejado del sonsonete informático.  A veces incluso llama a la sonrisa, como pulpo en garaje. Literalmente: «Si los cefalópodos tuvieran infancia, dominarían la Tierra».

La tecnología avanza más deprisa que nuestra capacidad de análisis y de crítica. Reflexiones como las de Lanier nos animan a interrogarnos sobre su impacto en vez de adoptar pasivamente plataformas y herramientas. Su discurso no encaja en el discurso imperante, mucho más tecnófilo.  Eso lo hace aún más necesario.

NB: Las citas en este post son traducciones propias de la versión inglesa. La edición castellana está publicada por Debate.

 

 

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«Vidas prometidas»

vidas prometidas
¿Puede haber magia en las vidas corrientes? Guillermo Busutil la encuentra en Vidas prometidas, una colección de trece relatos sobre aquello que nos sucede cada día,  aventuras que sólo lo son para quien las vive y que, sin embargo, aparecen aquí como indicadores de una época.

Busutil disecciona con precisión quirúrgica experiencias comunes. Nos habla del periodista que sufre acoso laboral y se
convierte en el apestado de la emisora. Y de otro periodista que termina haciendo por su político todo lo que juró que no haría. Y también de la solidaridad con las personas que nos marcaron, como la maestra, o el recuerdo de un primer amor. Entre la lucidez y la parodia, el autor presenta en bandeja, una tras otra, vivencias que hoy nos angustian. Y al hacerlo las enaltece: el acosado deja de formar parte de un porcentaje para convertirse en un ser humano abatido. Al humanizarlo, socializa el dolor.

Mi relato favorito, “Shaw & Maciá”,describe con precisión una jornada en casa de una familia triunfadora, donde los padres y los hijos cronometran sus actividades (y no solo las extraescolares), con el fin de llegar a todo y terminan haciéndolo todo sin sentir nada. Como comenta un personaje en otro relato, la vida debe ser algo más que “tener éxito y no perderlo”.

Los personajes a veces hacen cameos y van de un relato a otro (el abogado y el acosado, por ejemplo). Sus apellidos (Voltaire, Gide, Defoe, Poe) son una de las abundantes referencias metaliterarias en la obra, que incluye parodias de textos “corrientes” (ofertas de trabajo, el horóscopo) y que para mí brilla cuando el lector se da de bruces con una frase hermosa y recuerda que la belleza no es patrimonio de los ricos.

“Siempre he pensado que la felicidad es mirar al mar sin hacerse preguntas”.

Felicidades, Guillermo.

 

 

 

 

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Medios sociales: ¿En qué plataforma? Respuesta: ¿Para qué?

Leemos y hablamos tanto de medios sociales que al final parece que todos sean lo mismo. Además, animados por la creencia (errónea) de que Internet «es gratis» (CAT), nos abrimos perfiles (propios o corporativos) en todas las plataformas. Quizás no valoramos lo suficiente que para que nuestra presencia social nos reporte una visibilidad adecuada, deberemos invertir en publicar contenidos de valor, mantener una relación fluida con otros usarios, contribuir, responder a su feedback y evaluar, para empezar de nuevo. No es obligatorio estar presente en todos los medios sociales, pero sí lo es estar de forma activa y receptiva en aquellas plataformas que escojamos. ¿Cómo escogerlas?

Para mí,  los criterios a la hora de decidir son: 1. A qué publico nos dirigimos (i.e. dónde vive en Internet) y 2. Qué objetivos nos proponemos. ¿Buscamos tráfico o interacción? ¿Influencia o venta directa? Cada plataforma tiene sus pros y sus contras. Me gusta cómo los ha resumido Heidi Cohen, experta en Marketing, en este cuadro que traduzco y adapto a continuación:

Blog:  [+] Su densidad de contenido proporciona buenos resultados en buscadores. Permite integrar otros medios. (Añado: Autonomía tecnológica). [-] Requiere actualización. Es necesario crear una audiencia. La interacción con el usuario es limitada.

Facebook:[+]  Audiencia preexistente. Densidad de contenido. Usuarios participativos. [-] Los usuarios no necesariamente visitarán nuestro sitio web.  La presencia debe ser constante. Puede que se deba incentivar la participación de los usuarios.  ¿Titularidad de los contenidos?

Twitter: [+] Contenido abreviado. Permite enlazar a otros contenidos y enviar tráfico a nuestro web. Permite la comunicación directa con el usuario. [-] La presencia debe ser constante. Es necesario crear una audiencia. Curva de aprendizaje ¿Titularidad de los contenidos?

Por eso, antes de lanzarse a abrir perfiles y cuentas conviene preguntarse para qué. La definición de los objetivos es seguramente el punto crítico de todo el proceso.

 

 

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Digital versus Real

La frase “… y esto en cambio no sucede en la realidad” abunda cuando hablamos de Internet. El enunciado es confuso: el opuesto a “digital” no es “real” sino “presencial”. Las interacciones digitales tienen consecuencias reales, aunque se produzcan en un espacio virtual. Si envío un correo electrónico solicitando una cita y me la dan, la solicitud ha surtido efecto, el mismo que si la hubiera solicitado por teléfono o por fax.

Nuestros actos digitales son reales. Los correos que enviamos, los tuits que publicamos, la información que consumimos, la interacción con nuestros amigos en Facebook son actos conscientes susceptibles de generar efectos. Nuestra experiencia digital, en definitiva, es real.

La pregunta crítica es si una experiencia digital remite a la misma “calidad de realidad” que una experiencia presencial. Sobre las ventajas de unas y otras estamos debatiendo actualmente. ¿Es igual leer un libro que un ebook? ¿Es lo mismo un amigo que un “famigo” (así denomino a los ‘amigos’ en Facebook)?

Sin dudar de que se trata de relaciones reales, sí entiendo que la experiencia digital es distinta a la presencial, con puntos a favor y otros en contra. Pienso en las experiencias culturales. ¿Para qué pisar un museo si gracias a Google Art Project podemos crearnos nuestra colección particular? ¿Es lo mismo ver un Picasso en pantalla –cómodamente en casa, cuando queramos, sin pagar entrada- que verlo en el museo –desplazándonos, quizás haciendo cola, habiendo pagado, pero ubicándonos frente a la obra original? ¿Son éstas experiencias alternativas o complementarias? ¿Distinguiremos entre opciones culturales más accesibles (on-line) y opciones presenciales premium?

De la identidad digital de los museos me ocupo en el Seminario sobre redes sociales y entidades culturales, que organizan la Universidad Internacional de Andalucía y el Museo Picasso de Málaga los próximos 17 y 18 de noviembre.

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