septiembre 2011

Visibilidad y autonomía tecnológica: A favor del sitio web

Visibilidad
En los últimos días la red social Facebook y las librerías Amazon.com y Casadellibro.com han cambiado su layout. Estos cambios obedecen a sus lógicas de negocio: Facebook se pertrecha frente a Google+, Amazon se reposiciona frente a Google, Facebook y la iStore y Casadellibro frente a Amazon.es. Las tres plataformas han introducido nuevas funcionalidades y nuevos recorridos. Y lo han hecho, obviamente, sin pedir permiso a sus usuarios (cuyo nivel de seguridad y privacidad ha disminuido en el caso de Facebook). De la noche a la mañana hemos tenido que «reprogramarnos» para navegar de forma eficiente por las nuevas versiones de estas plataformas.

Este cambio me ha hecho pensar en la autonomía tecnológica. Queremos -necesitamos- ser visibles para que nuestros clientes, nuestros lectores, nuestro público nos conozca y sepa qué les podemos ofrecer. Históricamente, la plataforma clásica que empleábamos era el sitio web. Después, a medida que se han ido popularizando las redes sociales, nos hemos inclinado por publicar nuestro contenido en ellas. Después de todo, abrir un perfil en Facebook o una cuenta en Twitter es más sencillo que invertir en un web. Eso sí, recordemos que no es gratis: pagamos con nuestros datos personales.

Ha llegado el momento de volver a subrayar el valor de contar con un sitio web propio por dos razones: singularidad y autonomía tecnológica.

Singularidad:  El sitio web nos permite evidenciar que, efectivamente, “somos la principal fuente de información sobre nosotros mismos” (A. Dash). Nuestro web nos permite ordenar, en un solo lugar, las diferentes informaciones que queremos proporcionar relacionadas con nuestra marca personal: nuestra trayectoria, nuestras publicaciones, enlaces a nuestro “ecosistema personal” (redes a las que pertenecemos, …). Dado que somos nuestros propios editores, la página personal nos proporciona libertad para decidir cómo nos proyectamos. Y podemos hacerlo con un estilo propio, mientras que en Facebook/Google+/Amazon’s Author Page, nos guste o no, somos todos iguales: todos uniformados con páginas sobre fondo blanco + color corporativo.

Autonomía: Si nos creamos un perfil en Facebook o una cuenta en Twitter, estaremos siempre a expensas de los cambios que estas empresas introduzcan en
sus plataformas. Después de todo, son suyas: pueden hacer con ellas lo que quieran, incluso eliminarlas. Si eso sucediera, se elimina también el contenido que hemos creado y que, por el mero hecho de publicar en una red social, pertenece a dicha red.

Facebook o Twitter son grandes mecanismos de difusión y redifusión, pero si los empleamos como repositorio de contenidos, estamos a expensas de los «dueños del almacén». No parece probable que estas redes sociales vayan a desaparecer en el corto plazo, pero no es imposible. Otras plataformas están ya en el limbo digital… y con ellas desaparece el historial de vida de sus usuarios: ¿Alguien se acuerda de Sixdegrees?

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Verines se escribe con p

Verines
Nunca antes he dedicado un post a nadie. Éste, sin duda, es para Luis García Jambrina.

Desde hace veintisiete ediciones, los Encuentros de Verines acogen (mejor: enclaustran) durante dos días a una trentena de participantes, en su mayoría escritores, que debaten a puerta cerrada sobre un tema. Este año nos pasamos dieciséis horas discurriendo sobre la Literatura en la era digital.

Hablamos del autor como marca (Cristina Fallarás y «mi» Javier Ruescas), de la relación con el lector (Anika Lillo y Vanessa Montfort), de la cadena de valor editorial (Jesús Badenes), del mercado digital (Antonio María Ávila y Manel Loureiro), de Amazon (yo misma), de la tecnología y sus usos (Javier Celaya y el vampiro Rafael Reig), de los metadatos (Arantxa Larrauri). Analizamos cómo los formatos evolucionan (José Manuel Lucía Megías) y modifican nuestra manera de leer (Luis González y Fernando Marías) y escribir (Jesús Marchamalo y Kirmen Uribe) y, añado, por tanto, de estar en el mundo. Debatimos (Lorenzo Silva y Martín Casariego) sobre propiedad intelectual. Dolores Romero, María Goicoechea y Laura Borràs me han descubierto nuevas formas narrativas vinculadas a la Red, como las de Benjamín Escalonilla y Doménico Chiappe o la ciberpoesía de Miriam Reyes y de Xavier Sabater. Hemos hablado más de los tiempos que corren que de los libros que leemos y escribimos, quizás porque todo es tan cambiante que necesitamos imperiosamente hacernos con el cambio y posicionarnos en él.

Como escritora, agradezco a la DG del Libro (representada por Rogelio Blanco, Mónica Fernández y Alicia García) la invitación y como ciudadana la aplaudo. En un momento en que la tecnología se impone sin una mirada crítica, la sociedad debe exigir a sus escritores lo que siempre nos ha exigido: que le devolvamos una imagen fidedigna de sí misma. Una sociedad que no se explica a sí misma es una sociedad confusa. Y, junto a la exigencia moral, espacios como Verines propician que esa mirada crítica pueda compartirse. Del mismo modo que la clase media se está viniendo abajo por la crisis, la “clase media” de los autores, quienes no somos best-sellers pero contribuimos a dotar de pluralidad a esta mirada crítica, vivimos en un entorno que nos da todas las posibilidades de expresarnos pero donde escribir ya no es suficiente.

Al debate se añadió el “Off Verines”, el programa paralelo que autogestionamos. Encerrar a veinticinco escritores en una recóndita playa asturiana es lo que tiene: que terminan constituyéndose en generación. Y esta generación escribe Verines con p, con la p de palabra, de pantalla, de programar/pensar, de público/privado y alguna otra más.

Al respeto intelectual por mis compañeros se añade ahora mi afecto, declinado en muchos infinitivos: Admirar, adoptar, atraer, beber, criticar, confundirse, conversar, descubrir, discutir, escuchar, premiar, proteger, rechazar, recitar, reírse.

Y escribir. Y leer. (Y bañarse).

PD: Aquí puedes leer otras crónicas:

«Ya no leeremos novelas: las navegaremos». P.Alonso me entrevista para «La voz de Asturias» (incluye bonita foto).

La Fundación Germán Sánchez Ruipérez resume el encuentro (PD: Gracias por citarme).

Anika lo explica por partida doble: en clave seria y en clave de humor (dice bien: me dieron el premio «Esther Williams»).

Vanessa Montfort vuelve al cole.

Cristina Fallarás narra su abducción.

Javier Ruescas insiste en que «amigos» se escribe con p.

José Manuel Lucía titula al pie de la letra.

Rafael Reig desvela quién es  «El vampiro de Verines«.

Tino Pertierra resume las » inconclusiones» en «Renovarse o morir«.

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Amazon llega a España: preparados, listos, ¡ya!

Amazon
Por fin tenemos fecha: Amazon llega a España el 15 de setiembre y la venta de ebooks se pondrá en marcha antes de finales de año.

Publico en Amazon desde junio de 2009, con un doble objetivo. Por un lado, como analista digital me interesa entender la mecánica interna de la plataforma  y qué factores inciden en que un ebook sea visible. Por otro, como escritora me pregunto qué implicaciones tiene para un autor/a ofrecer su obra directamente.

Las principales conclusiones a las que he llegado son éstas:

  • Amazon no es una librería: es un buscador asociado a una pasarela de pago, con un potente sistema de clasificación y recomendación detrás.
  • Como buscador, responde a una lógica de buscador.  Del mismo modo que no basta con publicar un sitio web para que sea indexado por los buscadores, no basta con publicar un ebook para que el lector lo encuentre: es necesario optimizarlo y prestar especial atención a los metadatos. De otro modo, el ebook se pierde entre los cientos de miles de títulos ya disponibles.
  • Por eso, además de volcar sus catálogos, las editoriales deberán destinar recursos a su optimización y promoción. La «venta automática» no existe.
  • Como autora, la posibilidad de acceder a lectores geográficamente muy alejados me resulta muy atractiva. La mayoría de lectores que se han descargado mis títulos residen en EEUU.
  • Amazon actualiza las ventas cada hora y proporciona los datos en tiempo real.
  • Las funcionalidades asociadas a la página de autor (Author Page) permiten gestionar la propia obra, ya sea autoeditada o editada por terceros.
  • En cuanto a los royalties, la propuesta de Amazon (70% o 35%) es superior a la ofrecida por las editoriales tradicionales (25%). Como contrapartida, su poder en la fijación de precios y descuentos es considerable.

Si yo fuera autor, aprovecharía esta ventana de oportunidad, antes de que todas o la mayoría de editoriales vuelquen sus catálogos en Navidades, para publicar mi obra, ya sea descatalogada o inédita. Por supuesto se podrá continuar publicando después de Navidad, pero ahora la saturación es menor, aunque creciente. Cuando subimos mi primer ebook, en junio de 2009, el número total de libros disponibles en español era… ¡tres! Hoy son ya más de 800.000.

Steven Tolliver, mi socio en Manfatta, ha recopilado las lecciones aprendidas en Publica tu libro en Amazon, una guía práctica que detalla paso a paso lo que hay que hacer -y lo que no- para subir tu manuscrito

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Cien «clafoutis» y otros objetivos personales

clafoutis
Empieza un nuevo curso y, en esta epóca, cualquier tiempo pasado fue mejor.  Nos ronda el síndrome posvacacional.  Los expertos señalan que una buena manera de superarlo es marcarse objetivos que aporten ilusión al otoño.

Hay tantos objetivos y tan variados como personas. A cada uno nos mueven valores distintos. Éstos son objetivos más sorprendentes que he conocido en estos días por fuentes diversas:

– En un extremo del arco,  los hedge fund managers de la City de Londres coinciden (según cuentan ellos mismos) en su obsesión por jubilarse a los cuarenta habiendo ganado previamente diez millones de euros.

– En el otro, el «pastelero barbudo» se propone servir cada semana cien clafoutis,  entregándolos personalmente en bicicleta por todo Amsterdam.

Ambas metas no podrían ser más dispares y dibujan un arco de posibilidades en el que caben muchas opciones intermedias. Sin embargo, ambas tienen en común un punto esencial: son mensurables.   Diez millones; cien pasteles. El reto de marcarse objetivos es buscarles una unidad de medida: ¿Cuántas horas a la semana dedicaré a mi hobby? ¿Cuántas palabras escribiré al día? ¿Cuántos CVs enviaré en una semana? ¿Cuántos kilos quiero perder?  Sólo si podemos medir podemos hacer. Pero sospecho que nuestra psique lo sabe y prefiere mil veces que pensemos en  propósitos bienintencionados: «Buscaré trabajo»; «me matricularé en un taller»…. Es duro marcarse objetivos, en especial cuando ya vamos desbordados y el mero hecho de cumplir con los compromisos cotidianos se convierte en un logro diario. Pero a la larga más duro es autoengañarse, dejarse llevar por la agenda y pensar que un buen propósito basta.

Uno de mis objetivos es, precisamente, terminar la revisión de Y tú, ¿qué marca eres? para la nueva edición y entregar el manuscrito en el plazo acordado con mi editor. Estamos en ello.

 

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