Literatura del Nosotras

Nosotras¿Tu novela es autobiográfica?

Esta pregunta aparece de forma recurrente en las conversaciones con lectores y con los medios de comunicación. Su reiteración me ha llevado a articular por qué escribo lo que escribo, a saber, por qué me ocupo de la invisibilidad de las mujeres y no de otro tema. Ésta es mi respuesta. Yo escribo sobre el tiempo que me ha tocado vivir, sobre mi generación y sobre mi género. Practico lo que denomino “Literatura del Nosotras”.

Vivimos hoy el auge de la “literatura del Yo”, entendida como “tipo de argumento y de narración más acorde a estos tiempos de individualidad, del supuesto desprestigio de la ficción, de la avidez de los lectores por historias verídicas, de la necesidad del lector de que le reconstruyan el mundo y poder reconocerse en él (…). En mi caso, sustituyo el “Yo” por el “Nosotras”. Las mujeres y los hombres estamos inmersos en una situación de cambio. Ya no somos como éramos pero todavía no somos quienes seremos, si es que este juego de piezas llega a encajar. Existen por supuesto miles de formas de narrar este magma, tanto desde el punto de vista femenino como masculino. Pero debemos partir de la constatación de que, en literatura, la perspectiva femenina sobre la cotidianidad es un logro reciente: no han pasado ni cien años desde que Virginia Wolf analizara, en su Habitación propia, los retos a los que se enfrentaban las escritoras a la hora de ser valoradas socialmente –y publicadas.

Las cosas no han cambiado tanto. Hoy, en España, la mayoría de lectores somos mujeres. Sin embargo, en las citas que se van convocando para hablar del futuro del libro por ahora las ponentes mujeres están en minoría o no están. Una vez más, invisibles. Brillamos por nuestra ausencia en un debate cuyos resultados nos van a afectar. Todavía no decidimos: consumimos.

No me considero una escritora feminista, aunque me interesan algunos de sus exponentes. De hecho, mi autora de cabecera es Brenda Ueland (1891-1985), a quien podríamos considerar “prefeminista vivencial”. No te extrañe si no te suena: su obra es mínima y está descatalogada. Sin embargo, su Me, A Memoir es una de las narraciones más poderosas que he leído sobre el camino de una mujer en busca de un espacio propio. Si Ueland estuviera viva, me gustaría hablar con ella.

Con esa urgencia por etiquetarlo todo, la nueva ola de libros sobre mujeres se engloba y comercializa –y también se banaliza- bajo el término “Chick lit”. Frente a éste, se produce ahora una hipereacción masculina. La “Manfiction” califica un nuevo género, dedicado a entretener a los lectores con argumentos rebosantes de testosterona.

Que cada cual lea lo que quiera y escriba lo que pueda. Yo me reafirmo en mi voluntad por ser cronista de un tiempo de cambios para las mujeres, explicado por una mujer.

(En la foto, del archivo de la revista Life, Brenda Ueland con Frank Taylor, cazatalentos de Random House, en 1947).

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