«Una mujer como tú»: ya estamos en galeradas

Empiezo la semana leyendo diligente las galeradas de Una mujer como tú, mi segunda novela.

Dicho así, suena fácil, pero para mí no lo es. Recibes un sobre de la editorial, lo abres y vives un auténtico momento Sigourney Weaver en Alien: el documento word original (denominado «manuscrito») ha crecido y se ha transformado en una criatura editada (por la eficiente Olga García en Martínez Roca) y maquetada. El texto palpita como un ente extraño, algo deforme, entre el word y el libro, con sus marcas de corrección, sus páginas y una cierta alma propia.

Por eso no resulta fácil: porque, al menos para mí, las galeradas marcan la independencia del hijo, preparándose para salir al mundo y exponerse a ojos que no son los míos. Me abstraigo de estos pensamientos retorcidos para leer, con ojo (im)parcial, página tras página e intentar retenerle, pedirle que aún no se vaya, decirle que donde estará mejor que en casa, recordarle que no se olvide de desayunar y que no hable con extraños.

Cuando termine, meteré las galeradas en otro sobre y las mandaré a Madrid, de vuelta a la tutela de Olga, esperando al mes de marzo, cuando Una mujer como tú  llegue ya, fuerte y sana, a las librerías.

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