Las mujeres somos cada vez más visibles, pero nuestra visibilidad no es cuantitativamente ni cualitativamente la misma que la de nuestros colegas.
A un político raramente se le pregunta más allá del estado civil. Si tiene hijos, se espera una apostilla sobre su compromiso de colaboración. En cambio, las políticas tienen que explicitar tanto sus elecciones de maternidad como sus problemas para ejercer la conciliación. Una opción interesante sería que los políticos compartiesen cuál es su estrategia conciliadora, para hacer así visible la necesidad de que ésta sea compartida.
Que no existe paridad en la esfera pública es evidente y refleja un desequilibrio global. También es cierto que formalmente las cosas están cambiando para bien y que hoy no existen limitaciones formales a la trayectoria de una mujer. Pensemos que, hasta el año 1973, en el Reino Unido las diplomáticas que contraían matrimonio debían abandonaban la carrera, sin derecho a jubilación. Se llevaban, eso sí, una dote correspondiente a un mes de sueldo por año trabajado.
El freno a la representación femenina no viene hoy de la ley. Las causas son otras y son múltiples: los estereotipos y la (auto)censura me parecen especialmente relevantes. ¿La solución? En palabras de la profesora Lynda Gratton : “El cambio surgirá de la base, de los jóvenes que afirman que quieren vivir su vida de forma más humana… La ausencia de cambios se debe en parte a que son las mujeres quienes asumen el papel principal en la crianza de los hijos, lo que interrumpe su carrera. Si los hombres se involucrasen plenamente en la crianza, la veríamos como una actividad humana y no como una actividad femenina”.
Sobre la visibilidad de las mujeres en Internet hablaré el próximo viernes 13 de julio en el curso Mujeres, economías y empresas, que organizan la Universidad y la Diputación de Almería.
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