Autores y lectores
Antes que escritora, soy lectora. Y, gracias a mis lectores, leo de forma distinta.
Me explico. En mi etapa A.E.P (antes de escribir y publicar), leía, criticaba y /o recomendaba títulos con una soltura casi irreflexiva: su autor/a me quedaba tan, pero tan lejos que ni se me ocurría incluirle en la ecuación. Como si los libros se escribiesen solos.
En mi etapa D.P. (después de publicar), cuando otros han leído y leen lo que escribo, se me volvieron las tornas. Me he dado cuenta de hasta qué punto son importantes los lectores, no sólo para la vida comercial de un libro sino como soporte emocional de quien lo ha escrito.
Imagino que cada autor contará de la feria según le vaya. Para algunos, escribir puede ser -o presentarse- como un acto autocontenido, que no requiere de interacciones sucesivas. En mi caso, cuando escribo me esfuerzo por tender un puente que me acerque a otros miembros de la tribu. Y acabo y no sé siquiera si la cabeza del puente cruzo el río.
Mi suerte inmensa son esos lectores que sienten la necesidad de escribirme o hablarme para compartir su impresión. ¡Si pudieran atisbar el impacto de sus mensajes!
Por eso, en mi etapa D.P., he modificado mis reglas de juego lector. Hoy son éstas:
– Si un libro no me gusta, lo dejo y me callo. Alguien hizo un esfuerzo por escribirlo. Por respeto, la cosa acaba ahí. Ni críticas públicas ni, mucho menos, puñaladas. Frente a la irrelevancia, silencio.
– Si un libro me gusta, lo recomiendo a aquellas personas a quienes creo que puede interesar.
– Si un libro me emociona, escribo a su autor y se lo agradezco. No espero que me responda. Sólo confío en que mis palabras le ayuden en esos días en que entre la mente y el teclado se extiende una distancia insalvable. Igual no le sirven: igual sí. Pero considero que es mi responsabilidad apoyarle para que continue intentándolo.
Esta última regla la he aprendido de quienes me leen. La hago pública, como homenaje y para que quede constancia.
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