mayo 2009

Entrevistas y reseñas (ellas y ellos)

La nueva ola de referencias a Una mujer como tú nos ha deparado alguna sorpresa. 

La ola la inició Fernando con su reseña en Territorio enemigo: me interesó mucho su apreciación de que en la novela los hombres son a la vez parte del problema y de la solución. A los pocos días Beatriz Celaya publicó la entrevista que me hizo para la revista cultural Dosdoce. Beatriz puso el acento en las relaciones entre mujeres. Por su intervención nuestra conversación ha podido leerse, entre otros, en el sitio de los Escritores vascos.

A las pocas horas otro hombre, Pablo, desde su «contrato emocional» conmigo (gran concepto, Pablo, y gran honor) publicó en la revista Tokland -y en su perfil en FB- su lectura personal. Pablo le ve posibilidades insólitas a la novela («Perfectamente su texto podría funcionar como API en Facebook “¿Y tu? ¿Qué personaje eres de UMCT”?»). Subraya lo que le gusta y lo que no (considera que los personajes son infantil-peterpanescos). A continuación, la novela aparece en su casa en la sobremesa de domingo y retransmite, en los comentarios, una nueva visión del texto.

Hasta aquí se confirmaba el patrón que  ya en su día intuyó El Veí de dalt : La relación con el texto variaba según el género. Los lectores reseñan la novela. Las lectoras entrevistan a la autora. ¿Leer /conversar? No sé si la muestra es estadísticamente significativa (en el grupo de la novela en FB están compiladas todas las referencias). Ayer, sin embargo, el patrón se rompió con la publicación de Noemí en Boquitas pintadas de la primera reseña escrita por una lectora. Empieza así: «Para empezar, las protagonistas de esta novela no son mujeres como yo. De hecho, no se me parecen en nada». Dicho esto, Noemí comenta los déficits emocionales de las protagonistas y el papel de los hombres y del caos en la trama.  Caos. Interesante.

 

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Facebook para padres

Los medios de comunicación suelen presentar la participación de los adolescentes en las redes sociales más como peligro que como oportunidad. Internet escapa al control paterno y se presenta como una auténtica zona minada para nuestros hijos. ¿Qué podemos hacer?

De entrada, informarnos en primera persona. De esta premisa ha surgido el curso Facebook for Parents, impartido nada más y nada menos que por BJ Fogg , Director del Persuasive Technology Lab de Standford, donde analiza como la interacción con las máquinas modifica la percepción de los usuarios. A su centro debemos las directrices para hacer que un sitio web sea creíble, documento de referencia en mis cursos de Comunicación.

Fogg imparte el seminario junto con su hermana (que aporta su visión en cuanto madre). En la presentación del temario desmontan el mito de que «entrar en Facebook es como invadir la habitación de tu hijo», señalando como ambos espacios difieren: A) Los extraños no pueden entrar en su dormitorio pero sí contactarle en FB; b) La interacción en el dormitorio no es observable por terceros (en FB, obviamente, si) y c) Lo que sucede en FB deja un rastro digital.

Como elementos positivos, los autores identifican cinco áreas. FB favorece en los adolescentes la adquisición de competencias profesionales, de aprendizaje, liderazgo, gestión de la identidad y gestión de las relaciones.

Facebook está aquí para quedarse, así que conviene ser práctico y ver cómo podemos gestionar esta nueva realidad. 

Invitación: Te invito a agregarte al grupo de Una mujer como tú en Facebook . Puedes leer las opiniones de otros lectores y publicar tus impresiones sobre la novela.

 

 

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La mujer judía en la literatura contemporánea

En Una mujer como tú, “la distinta” es Ruth, por judía. Ruth encarna dos conceptos recurrentes en mi ficción: la alteridad y la invisibilidad. La alteridad, por cuanto me interesa el impacto que tiene el otro (entendido como «el que no es como yo») en las relaciones interpersonales: ¿Cómo reaccionamos ante quien no conocemos?

En cuanto a la invisibilidad, la Federación de Comunidades Judías cifra entre 40.000 y 48.000 el número de judíos residentes en España. De éstos, en Barcelona (donde resido y donde tiene lugar la novela) se encuentran unos 4000 adscritos a las diversas comunidades, junto con 2000 o 3000 no afiliados (fuente: L. Sorenssen). Se trata entonces de un grupo poco numeroso y poco conocido.

En la literatura anglosajona ha surgido un interés creciente por las mujeres judías, con novelas como When We Were Bad, (Picador, 2007), de Ch. Mendelsohn y Disobedience de N. Alderman (Viking, 2007). Entre nosotros, sin embargo, son todavía escasas las obras que muestran la vida de la comunidad judía local. Si bien es cierto que determinados autores (como Noah Gordon) se identifican en el mercado editorial español con “el tema judío”, en la narrativa contemporánea no abundan los personajes judíos, con excepciones como Deshojando alcachofas, de Esther Bendahan. Se suma a la lista ahora Susana Fortes, ganadora del Premio Fernando Lara con una novela que cuenta las andanzas de una chica judía y el fotógrafo Robert Capa. Me consta además que otras obras con protagonista judía son de publicación inminente.

Mi experiencia personal al documentarme para la novela fue muy positiva. El apoyo de diversas mujeres judías y su generosidad al responder preguntas que entraban en el ámbito de su privacidad fue decisivo para que Ruth resultara creíble, como judía y como mujer en la encrucijada.

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El lenguaje de los libros

Cuando un amigo me recomienda un libro, siempre me pregunto por qué. ¿Cuál es el motivo por el cual cree que me gustará? Más aún, ¿qué me estará queriendo decir? Las recomendaciones son más difíciles de descrifrar que el lenguaje de las flores o el de los abanicos. Leer es un ejercicio individual y trasladar a otro esa experiencia, un riesgo calculado. «Hablar» con otra persona a través de las páginas de un libro es un acto íntimo y misterioso.

A veces los resultados son esplendorosos. Así, descubrí a W. G. Sebald por una recomendación. Continué leyendo Austerlitz más allá de la página treinta (mi particular umbral de tolerancia), por insistencia de quien lo había recomendado. Gracias a su perseverancia disfruté de una lectura extraordinaria y conmovedora.

En otros casos no hay manera. Lo confieso: no leo a Paul Auster. No sé como será en otros lugares, pero en Barcelona es sacrilegio admitir a) que no le has leído o (mucho peor) b) que no te seduce. ¿Cómo comunicar entonces el propio rechazo a quien viene con esta recomendación bien intencionada?

Junto a la recomendación acertada y la que no incluiremos una tercera modalidad, que denominaré «recomendación inversa». Otro amigo me informa de que anda como loco recomendando la trilogía de Stieg Larsson. Quise saber su opinión personal: bien, resulta que todavía no la ha leído. Su objetivo, al recomendar e incluso regalar los libros, es recibir feedback de confianza, más allá de las listas de los más vendidos (a las cuales su estrategia contribuye, todo hay que decirlo) para decidir si la lee o no.

Los deseos que anidan en la recomendación de un libro son casi insondables para un tercero, quizás para el propio destinatario. Por eso, cuando leo / escucho a una lectora/or hablarle a otra de mis novelas me pregunto cuál será el mensaje, doblado como un pañuelo de papel invisible, que estará transmitiendo.

 

 

 

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Literatura del Nosotras

Nosotras¿Tu novela es autobiográfica?

Esta pregunta aparece de forma recurrente en las conversaciones con lectores y con los medios de comunicación. Su reiteración me ha llevado a articular por qué escribo lo que escribo, a saber, por qué me ocupo de la invisibilidad de las mujeres y no de otro tema. Ésta es mi respuesta. Yo escribo sobre el tiempo que me ha tocado vivir, sobre mi generación y sobre mi género. Practico lo que denomino “Literatura del Nosotras”.

Vivimos hoy el auge de la “literatura del Yo”, entendida como “tipo de argumento y de narración más acorde a estos tiempos de individualidad, del supuesto desprestigio de la ficción, de la avidez de los lectores por historias verídicas, de la necesidad del lector de que le reconstruyan el mundo y poder reconocerse en él (…). En mi caso, sustituyo el “Yo” por el “Nosotras”. Las mujeres y los hombres estamos inmersos en una situación de cambio. Ya no somos como éramos pero todavía no somos quienes seremos, si es que este juego de piezas llega a encajar. Existen por supuesto miles de formas de narrar este magma, tanto desde el punto de vista femenino como masculino. Pero debemos partir de la constatación de que, en literatura, la perspectiva femenina sobre la cotidianidad es un logro reciente: no han pasado ni cien años desde que Virginia Wolf analizara, en su Habitación propia, los retos a los que se enfrentaban las escritoras a la hora de ser valoradas socialmente –y publicadas.

Las cosas no han cambiado tanto. Hoy, en España, la mayoría de lectores somos mujeres. Sin embargo, en las citas que se van convocando para hablar del futuro del libro por ahora las ponentes mujeres están en minoría o no están. Una vez más, invisibles. Brillamos por nuestra ausencia en un debate cuyos resultados nos van a afectar. Todavía no decidimos: consumimos.

No me considero una escritora feminista, aunque me interesan algunos de sus exponentes. De hecho, mi autora de cabecera es Brenda Ueland (1891-1985), a quien podríamos considerar “prefeminista vivencial”. No te extrañe si no te suena: su obra es mínima y está descatalogada. Sin embargo, su Me, A Memoir es una de las narraciones más poderosas que he leído sobre el camino de una mujer en busca de un espacio propio. Si Ueland estuviera viva, me gustaría hablar con ella.

Con esa urgencia por etiquetarlo todo, la nueva ola de libros sobre mujeres se engloba y comercializa –y también se banaliza- bajo el término “Chick lit”. Frente a éste, se produce ahora una hipereacción masculina. La “Manfiction” califica un nuevo género, dedicado a entretener a los lectores con argumentos rebosantes de testosterona.

Que cada cual lea lo que quiera y escriba lo que pueda. Yo me reafirmo en mi voluntad por ser cronista de un tiempo de cambios para las mujeres, explicado por una mujer.

(En la foto, del archivo de la revista Life, Brenda Ueland con Frank Taylor, cazatalentos de Random House, en 1947).

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