noviembre 2008

Pintalabios en pie de guerra

En tiempos de crisis económica aumentan las ventas de barras de labios. Las consumidoras no podemos permitirnos otras alegrías y nos lanzamos a por el rouge como placebo asequible.  Y los incrementos son significativos: en la crisis de 1992-1993, las ventas crecieron un 10%.

En la crisis actual, además,  estamos encontrandos nuevos usos a la barrita. Para empezar, las seguidoras de Sarah Palin la empleaban como mechero en concierto. En los mitines, alzaban su barra de labios mostrando así su apoyo a la la candidata republicana a la presidencia de los EEUU, que se había definido a sí misma como «un pitbull con pintalabios».

La barra se ha utilizado además como arma de presión: los espectadores de Lipstick Jungle han enviado miles a la cadena de TV NBC para solicitar que la serie continue emitiéndose.

Han pasado 125 años desde que la Exposición Universal de Amsterdam de 1883 mostrara los primeros pintalabios modernos, a base de grasa de venado (ugh!).  La capacidad simbólica del producto se refleja, de modo perverso, en las palabras de la actriz Carole Lombard: «Vivo según un código masculino, diseñado para un mundo de hombres y, sin embargo, nunca olvido que la primera responsabilidad de una mujer es buscar el tono ideal de pintalabios».

 

 

 

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Telefonista

(De la entrevista del Financial Times a la escritora Gillian Slovo, 15/16 Nov 08)

«FT: ¿Qué haría Usted si tuviera que dejar de escribir?

GS: Me resulta impensable. Para alejarme del escritorio tendría que embarcarme en caminatas que durasen semanas, incluso meses. Entonces, desesperada por haber fracasado, me convertiría en telefonista».

 

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La sra. Rius, de moral distraída

[ACTUALIZACIÓN]: El libro La Sra. Rius es obra del periodista Julián Peiró y no mía (aunque Telecinco lo afirme por error). El texto que sigue es una reseña donde resumo mis impresiones de lectura.

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La Sra Rius es una tradición en la prensa catalana. Es nuestra madame local. En sus anuncios proporciona “Sras y Srtas no prof. En pisos y aptos. H. conv”.

Ahora la Sra. Rius rompe su discreto silencio y se confiesa con el periodista Julián Peiró en el libro homónimo. Sus editores son amigos, supe del libro hace un tiempo, prometí leerlo y lo he hecho, de un tirón.

La Sra. Rius nace y vive en una Barcelona de guerra y estraperlo que resulta familiar: confirma lo que siempre me contaron mis abuelos sobre la pobreza, la dificultad y la miseria de esa época. En su caso, estos factores se incrementan porque la protagonista pertenece a  lo que hoy llamaríamos “familia desestructurada” – y, curiosamente, su vida familiar posterior será así también, hasta que su negocio y quienes en él trabajan terminen convirtiéndose en su familia adoptiva.

El gran mérito del periodista Peiró es presentarnos a la Sra. Rius como persona. Con él vemos a la niña que se entrega por primera vez con quince años al señor que la mantiene (a ella y a una madre disfuncional) desde hace dos. Vemos a la mujer que entiende que su mejor oportunidad está en el amor de pago y que se profesionaliza (en régimen de puriempleo: por las mañanas trabaja en un despacho de aduanas). Vemos a la profesional que rápidamente capta las necesidades del cliente y del negocio, hasta establecerse por cuenta propia como madame. Vemos a la madame que se diferencia gracias a un sentido innato y peculiar de atención al cliente (hasta el punto de invitarles a compartir el almuerzo que esté cocinando).

La entendemos tanto que al final tenemos que recordarnos de qué va su negocio y plantearnos la propia posición moral, con las mismas preguntas que subyacen en un Un hombre de pago: ¿es lícito pagar?¿es un mal menor? ¿por qué pagar? ¿Quién paga? ¿pagaría yo? ¿pagarías tú?

(PD: Esta es la posición de la Sra. Rius sobre la prostitución masculina: «Una mujer que paga por estar con un hombre fácilmente tiene que ser una mujer resentida, porque pagar para el ego de la mujer es humillante. De creer que gustas y eres capaz de despertar pasiones a tener que pagar hay un abismo demasiado profundo». (pp.187-188)).

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Dice Richard que «Estamosdecierre»

Cuando se me ocurrió que Danny, uno de los personajes de Un hombre de pago, fuera un crítico de rock no sabía el berenjenal en el que me metía. Soy obsesiva en la documentación y, para ser francos, mis conocimientos de rock empezaban y acababan en Bon Jovi.

Me tocó entonces pedir auxilio a Richard Royuela, amigo, periodista y crítico de rock con pasado musical incluído.  Nos conocemos desde hace años y siempre me sorprendo porque, aunque a priori parece que no tengamos nada en común, después siempre encontramos tema. Y con la novela, más. Le freí a preguntas y me trató con más entusiasmo que condescendencia. Visto lo cual y dado que Danny repite en Una mujer como tú, la próxima novela, volví a la carga con más preguntas (tipo: «Y cuando llegas a Londres, ¿la discográfica manda a alguien al aeropuerto? ¿Quién te presenta al artista? ¿Cuantas noches de hotel pagan?»). Y Richard, encantador, respondiendo con paciencia numantina.

Bueno. Pues Richard y sus compañeros de la revista Rockzone se han liado la manta a la cabeza y han creado una serie de videoTv, una especie de «reality» que muestra lo que sucede en la redacción de una revista musical en crisis financiera. La serie – Estamosdecierre – emite un capítulo cada lunes.

Me muero con estos chicos: además de la trama un tanto surreal, cada capítulo incluye un cameo de algun artista o grupo (hasta ahora hemos visto a Ken Stringfellow de The Posies o a los Day of Rising). Muy recomendables las peripecias de los redactores para conseguir el teléfono de Marilyn Manson (NB: Richard, no te preocupes, que a éste sí le conozco :-).

 

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Sr. Vergès, ¿quiere Vd cenar conmigo?


La semana pasada fui a ver El abogado del terror, el documental que Barbet Schroeder dedica al abogado parisino Jacques Vergès.

Vergès se especializa en defender a terroristas y criminales de guerra. Este posicionamiento tan extremo fue el que me llevó al cine: ¿Cómo puede alguien asumir la defensa de los miembros de la banda Baader Manhof, de otros terroristas varios, de Klaus Barbie incluso? ¿De Klaus Barbie? ¡Eso sí que no!

El abogado inicia su camino a la fama en los juicios previos a la independencia de Algeria, durante los cuales crea la denominada «estrategia de ruptura», por la cual los acusados no reconocen la autoridad del tribunal (con lo cual modifica las reglas del juego). Él es quien inicia las campañas internacionales de solidaridad con los presos.  Y gana. De Algeria Vergès sale especializado como «abogado de terroristas» y la verdad es que todos acaban vinculados a él. De ahí la pregunta ¿es comunista? ¿es un oportunista? ¿un extremista reaccionario? ¿un hombre traumatizado por sus origenes coloniales?

No puedo responder a la pregunta y ese es, creo, el gran mérito de la película.  Entras convencido de que tienes una «posición moral» (enfrentada a la de Vergès) y sales pensando que puede que no la compartas pero quizás sí entiendas la suya. En palabras de Gregorio Morán: «No es un trepador social, tampoco un revolucionario, ni un vulgar cómplice del terror. Es mucho más, es un abogado que demuestra que la ley es un trampa construida por los poderosos, que en ocasiones se les enreda en las patas del lobo y les hace temblar. No de vergüenza, como podría ser el caso, sino de miedo, quizá de complicidad».

A sus ochenta años, Vergès es un interlocutor formidable, elocuente y discreto, escurridizo y atractivo a la vez. Salí pensando que me gustaría cenar con él, quizás para intentar de nuevo responder a la pregunta. Dudo que el Sr. Vergès lea este blog pero, por si acaso, queda dicho.

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